2/5/2011
Llevan 15 años compartiendo marihuana y desde hace poco más de cinco, lo hacen en un bar en la calle López Allué. Allí se reúnen y pueden consumir hasta dos gramos diarios de cannabis para fines lúdicos. «Los que lo necesitan por razones terapéuticas, pueden pedir cinco gramos», cuenta Alfonso de la Figuera, presidente de la Sociedad de Estudios del Cáñamo de Aragón (SECA).
Entrar en la sede de esta asociación es como estar en un coffe shop. Se pueden comprar cervezas, patatas, fumar tabaco y marihuana. Se encuentra a gente de todo tipo. Desde mayores de 60 hasta jóvenes de 18 años. Los menores de edad no puede entrar.
Hombres, mujeres, personas en traje, con rastas, algunos que salen de la oficina y «quiere relajarse un poco», como admite uno de los socios, que agrega: «Nadie dice nada cuando quieres tomarte una copa de vino, pero si mencionas la palabra marihuana, todos reclaman. En ciudades como Ámsterdam, es normal».
De opinión bien distitna es Alberto Beltrán, psicólogo del Centro Municipal de atención y prevención de las adicciones del Ayuntamiento de Zaragoza (CEMAPA), quien considera que «la existencia de ese lugar reduce la percepción de riesgo, sobre todo de los más jóvenes, que sienten que no pasa nada por consumir marihuana».