Alemania podría legalizar este mismo año
28/4/2011
Cada día, las patrullas de la Policía Municipal de Bilbao se incautan en la calle de pequeñas dosis de droga, generalmente, bolsitas de heroína o cocaína, o trozos de hachís, al registrar a camellos y otros presuntos delincuentes. Esas sustancias estupefacientes -la Unidad de Drogas dispone de una caja fuerte para los grandes alijos- se guardan en unas taquillas ubicadas en uno de los despachos de la Unidad de Diligencias, en la vieja comisaría central de Garellano.
Además de a los agentes del grupo, el espacio sirve de paso hacia otras unidades y es el lugar donde se recogen las denuncias de los ciudadanos. Los buzones, cerrados, sin ranura, pero no herméticos, se utilizaban antes para meter apuntes y otros papeles que genera la actividad policial, pero «desde hace unos años» están dedicados a esta función.
Algunos policías se quejan del «olor penetrante» que desprenden las drogas, situadas a medio metro de ellos, y que en ocasiones les ha llegado a producir un «problema físico», denuncia Iñaki Garrido, portavoz del Sindicato Vasco de Policía y Emergencias (SVPE). «A algunas personas no nos gusta el olor de la marihuana, nos resulta molesto y nos da dolor de cabeza; trabajar así resulta bastante incómodo», se queja un afectado. Por no hablar, dicen, «de las caras de extrañeza de la gente que viene a poner una denuncia cuando apesta a ‘maría’ a 50 metros a la redonda». Se refieren a las ocasiones en que sus compañeros patrulleros han decomisado plantas de marihuana y, «como no caben en las taquillas, se meten en una bolsa y se dejan en el pasillo».